Sigo haciendo limpieza y tirando trastos. Espero poco a poco
ir desapegándome de las cosas y vaciando armarios y cajones, para quedarme con
cosas que utilice, me gusten mucho y me haga feliz verlas. En estos meses,
estoy aprendiendo que no necesito tantas cosas porque casi siempre utilizamos
una pequeña parte de lo que hay.
Como en todos los caminos, de vez en cuando hay baches y
momentos de autofustigamiento de “cómo pude hacer esto, Dios mío”. Esto me duró
dos días, al tercero, lo agradecí porque limpiar la habitación fue mucho más
fácil
Un cubo de ejercicios
Compré un cubo de fitness en Decathlon hace cinco años. Mi
intención era hacer lo del gimnasio en casa. Lo usé unas cuantas veces y el
cubo cayó en el “lo haré otro día”. Mientras, el cubo estaba ahí muerto de risa
en un rincón, cogiendo polvo y ocupando un metro cúbico de espacio.
Un corsé ortopédico
He comentado alguna vez en este blog que estoy operada de la
columna. Para la recuperación tenía que tener bien sujeta la espalda y me
hicieron un corsé ortopédico que me costó 700 euros y usé dos meses (más de
diez euros la puesta).
Ese corsé quedó en una bolsa aunque intenté venderlo alguna
vez en segunda mano. Mi suegro me le pidió prestado pero no creo que cupiera en
mi cinturita de sesenta y cinco centímetros de entonces.
Qué hice con ellos
Al final, tras dos semanas dando vueltas, llamé a una ONG que
ayuda a rehabilitar a personas con drogodependencias. Dicha ONG tiene un
rastrillo para vender objetos usados y recaudar fondos. Vinieron a casa el día
convenido y se llevaron los objetos sin coste alguno para mí. Nos dimos las
gracias mutuamente. Los días siguientes pensé “Dios mío, y si lo necesito”;
luego pensaba “a día de hoy me podría permitir volver a comprar esos objetos si
los necesitara”. Se me pasó a la hora de limpiar esa habitación y limpiar menos
trastos.
El arte del desapego es algo que tengo que practicar, me
gusta mucho y me hace sentir más libre.